El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que ordenó la reapertura y expansión de la histórica prisión de Alcatraz, ubicada en una isla frente a la bahía de San Francisco. La decisión fue comunicada a través de su red Truth Social, donde afirmó que el país ha sido “plagado por delincuentes viciosos, violentos y reincidentes”.
Según Trump, la nueva Alcatraz funcionaría como un símbolo de “ley, orden y justicia” y albergaría a los delincuentes más peligrosos del país. “He dado instrucciones a la Oficina de Prisiones, el Departamento de Justicia, el FBI y Seguridad Nacional para que trabajen en una versión sustancialmente ampliada y reconstruida del centro penitenciario”, expresó.
Críticas y controversia
La propuesta fue rechazada por dirigentes demócratas, quienes calificaron la idea como “no seria” y “desquiciada”. Scott Wiener, senador estatal por San Francisco, la consideró “un ataque al Estado de derecho”, mientras que Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes, también la desestimó.
Especialistas en derecho señalaron que su reapertura implicaría enormes costos. El profesor Gabriel Jack Chin, de la Universidad de California en Davis, recordó que Alcatraz fue cerrada en 1963 justamente por lo costoso de su operación, que triplicaba el presupuesto de otras prisiones federales.
Además, agregó que el sistema penitenciario estadounidense tiene actualmente un 25% menos de población que en su pico máximo, con muchas instalaciones ya subutilizadas, por lo que “no está claro si realmente se necesita una nueva prisión”.
Entre la historia y el espectáculo
Alcatraz operó como prisión federal entre 1934 y 1963. Fue conocida por su seguridad extrema y por alojar a famosos reclusos como Al Capone, George “Machine Gun” Kelly y Mickey Cohen. También inspiró numerosas obras culturales, entre ellas la película Birdman of Alcatraz (1962) y el thriller de acción La Roca (1996).
Desde su cierre, la isla se transformó en una atracción turística de alto perfil, recibiendo millones de visitantes cada año. Convertir nuevamente Alcatraz en una prisión requeriría no solo una inversión económica millonaria, sino también redefinir su estatus actual como patrimonio cultural y destino turístico.